Ansiedad, causas y tratamiento

La ansiedad

En la consulta estamos viendo cada día más problemas relacionados con la ansiedad. La palabra se está utilizando de manera muy generalizada para describir una serie de síntomas que afectan a nuestra calidad de vida. Suele describirse como nervios, estrés, dificultad para dormir, etc. Pero, ¿qué es realmente la ansiedad? ¿Por qué se habla tanto de ella? Y ¿por qué hay tanta gente afectada?.

En este artículo vamos a intentar responder de una manera no científica y con un lenguaje claro para ayudar a esclarecer estos interrogantes.

La realidad es que la ansiedad es un sistema de alerta que tenemos todos, que nos permite solventar situaciones amenazantes que requieren máxima atención,  y un estado de activación extra. Por ejemplo, situaciones de lucha o peligro ante una amenaza, situaciones para evitar un peligro, o para huir.

La ansiedad. ¿Qué es?

La ansiedad implica anticipar los factores amenazantes y desarrollar la activación fisiológica, sobre todo del sistema nervioso autónomo, que lleva aparejados cambios vasculares y respiratorios.

La ansiedad es que el sistema que nos permite sobrevivir ante estas amenazas. La ansiedad nos facilita no llegar tarde a los sitios, conseguir mejores resultados en los exámenes, realizar mejor nuestro trabajo o reformular problemas de difícil solución. Somos hijos y nietos de ansiosos.

Ahora bien, cuando la ansiedad sobrepasa unos límites, se convierte en problema y deja de ayudarnos  para perjudicarnos gravemente. Hasta el punto de paralizarnos debido a los graves síntomas que implica: opresión fuerte en el pecho, respiración acelerada, mareos, sensación de ahogo, piel que pierde color, temblor, dolor en hombro y cuello, indigestión, sensación de descarga en cualquier parte del cuerpo, sequedad de boca, insomnio, pesadillas, temor a perder el control,  hiperactividad, etc.

¿Cuáles son las causas?

Diríamos que hay personas que tienen una mayor predisposición a la activación, y lo que es más importante, que les cuesta más desactivarla cuando no es necesario. Es lo que se conoce como los factores predisposicionales,  que implicarían factores genéticos / hereditarios, aunque también rasgos de personalidad, condicionados por su evolución y aprendizaje. Vamos cargados con toda nuestra experiencia de vida.

También existen los factores activadores, entre los que encontraríamos precisamente aquellos hechos que nos implican una amenaza, como tener un examen, un factor estresor familiar, enfrentarnos a una situación social. Aunque también tendríamos otro grupo que sería el mantenimiento de unos logros ya conseguidos, como el mantenimiento del trabajo, de la salud, del grupo social, etc. Que duda cabe que las sustancias estimulantes (drogas ilegales o de curso legal)  ayudan a activar la ansiedad.

Por último tendríamos los factores de mantenimiento. Como bien comentábamos al principio del artículo, la ansiedad es lo que nos permite dejar de lado nuestro quehacer cotidiano, para concentrarnos en un problema superior. Por ejemplo, si vamos por la calle pensando en que tenemos que  hacer un informe y nos ataca una persona, olvidaremos el informe temporalmente para concentrarnos en repeler o huir del ataque.

Si, este hecho se convierte en un miedo perpetuo, dejaremos de lado todo el resto que nos ocupe, afectando gravemente a nuestro quehacer cotidiano y hace que mantengamos un nivel de alerta innecesario, que nos ocupa todas nuestras energías.

y ¿el tratamiento?

Lógicamente, la persona que lo padece intenta revertir esta situación perpetua de ansiedad para volver a su manera de actuar cotidiana. Aunque muchas veces, contra más intenta luchar, más se desarrolla y acaba generando un miedo a la propia ansiedad (  miedo a perder la salud) , que todavía la paraliza más.

El hecho de no poder resolverlo, afecta a su autoestima, porque a los síntomas descritos se une, el hecho que no hemos sido capaces de resolverlo por nosotros mismos, y además nos encontramos con una carga de medicamentos ansióliticos, que si bien nos permiten dormir, generan efectos secundarios y de dependencia farmacológica, y muchas veces con consecuencias a nivel de autoestima. Esto hace que la persona no se reconozca y pierda su identidad y se adentra en un círculo del que no puede salir. Existen diferentes tratamientos, de los cuáles destacaría dos por su eficácia científica contrastada:

El tratamiento cognitivo conductual permite desbloquear las emociones y el mecanismo a través del control de nuestro pensamiento. Todo ello repercute en nuestra conducta y hace visibles cambios que repercuten en todo el proceso. Emociones, cognición y conducta estarían ampliamente relacionados.

La terapia breve o focalizada en buscar soluciones, permite desbloquear esta situación con ejercicios que permiten cambiar de estrategia para salir del círculo donde estamos metidos. Normalmente se desarrolla en pocas sesiones, unas 20 máximo y reinstaura la calidad de vida, mejorando la autoestima y propiciando una nueva manera de actuar ante estos factores activadores.

Es necesario ser guiado por un profesional bien formado y con recursos en ambas terapias.

Jordi Martínez psicólogo
Jordi Martínez, psicólogo

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