El niño y el dragón- CUENTO PARA TRABAJAR EL MIEDO CON NIÑOS

El niño y el dragón es un cuento para trabajar el miedo con niños. La emoción del miedo es normal que aparezca a temprana edad. La herramienta del cuento es una forma ideal para trabajar esa emoción, poderla verbalizar y conseguir de esa manera enfrentar el miedo, para que de esa forma, progresivamente, aprenda a desarrollarlo, consiguiendo así que pierda fuerza su poder paralizante.

El cuento tiene los ingredientes de los miedos de un niño en concreto, pero se puede cambiar el dragón por otro elemento para conseguir así un mayor efecto. Espero que os guste.

El niño y el dragón. Cuento para trabajar el miedo con niños

Pablo era un niño de 9 años, que vivía con sus padres y su hermana Bea en un pequeño pueblo precioso cerca del mar. Cada día, cuando iba al colegio, miraba hacia el mar y se imaginaba como sería montar en un barco y atravesar el océano, descubrir islas desiertas o ver animales exóticos. A veces, volaba tanto su imaginación que no se daba cuenta ni siquiera de que iba andando. Una vez se tropezó y casi se cae. Menos mal que su madre le cogió del jersey e impidió que se pegase un buen trompazo.

Su madre siempre le decía: – Mira por donde vas, que te vas a caer. Y su profesor decía que se despistaba en clase, pero Pablo sabía que lo único que pasaba es que volaba, si volaba con su imaginación. Nadie sabía mejor que él lo bien que se lo pasaba con su imaginación.

Cuento para trabajar el miedo con niños

Pablo tenía muchos amigos. Les gustaba jugar y explicar historias. Sobre todo, tenía uno, Tomás, al que le gustaba explicar historias de misterio y de miedo, en la que aparecían animales fantásticos y dragones, a los que Pablo tenía especial miedo. Se imaginaba sus ojos rojizos como el sol, la piel dura como la roca y con escamas, y sobre todo, esa boca, por la que podía emitir llamas de fuego.

Como su imaginación tenía tanta fuerza, a veces parecía que lo que pensaba era realidad. Pablo siempre tenía ganas de irse cuando Tomás explicaba sus historias, pero le daba vergüenza que los demás supieran que tenía miedo. ¡Que fastidio! ¡Otra vez con sus historias de dragones!.

Su hermana, en cambio, a pesar de ser más pequeña que él no mostraba nunca tener miedo, incluso prefería dormir sola en una habitación. Eso había hecho que ahora durmiera él solo también. Le fastidiaba mucho, porque él era el mayor, y pensaba –¿no tenía que ser acaso más valiente que su hermana pequeña?. Por eso, Pablo, no le decía a nadie su miedo a los dragones. Pero tenía un problema, cuando su mente empezaba a volar, si pensaba en dragones, le entraba el miedo.

Un dragón aparecía volando desde el mar y con sus afiladas zarpas le cogía cuando iba al colegio y volaba junto a él a su nido en las montañas.

– Ufff, que miedo tengo! Pero no se lo puedo decir a nadie. Voy a intentar pensar otra cosa. Decía Pablo.

Pero cuanto más intentaba dejar de pensar en el dragón, más le venía a la cabeza, todavía con más fuerza. Pensaba en su fiereza, en su fortaleza y en lo terrible que pensaba que era. Como si fuera una ola de mar, le invadía el miedo por su cuerpo, de repente su corazón se aceleraba, empezaba a sudar y sentía frío y le dolía el estómago. Al cabo del rato, no sabía de qué manera, pero se le pasaba. Ah sí, venía su hermana Bea a molestarle porque le quitaba un juguete, se enfadaba y no se acordaba ya del dragón. Como le molestaba su hermana, además, tenía un dragón de juguete en su habitación.

En la cena hablaba con sus padres:

-¿Qué tal ha ido el día Pablo?

– Muy bien, he aprendido mucho en la escuela

La verdad es que a Pablo no le gustaba explicar muchas cosas. Le preguntaban, pero no daba detalles. Le aburría tener que contar las cosas que le pasaban en su vida, le gustaban mucho más las cosas que pasaban por su cabeza, exceptuando los dragones por supuesto.

Después de cenar leía un poco y se iba a dormir. No le gustaba nada dormir. Estar en la oscuridad le daba miedo. Durante años, sus padres le habían puesto una luz, pero cuando cumplió 9 años, le dijeron que ya era hora de que durmiera sin luz. En la oscuridad era cuando le venían los peores pensamientos en su imaginación, aunque normalmente si se dormía rápido no pensaba.

Pero una noche pasó algo especial. Sus padres le dieron un beso de buenas noches y se fue a dormir. Su cabeza empezó a volar con historias divertidas aunque, de repente, vio algo que le devolvió a la realidad. En medio de la oscuridad vio dos ojos rojos que le miraban directamente. -¡Qué miedo! ¿Qué será eso?.

Se escondió debajo de las sábanas y pensó que era tan solo su imaginación, como siempre. Así que, con toda su valentía, se asomó entre las sábanas pensando que ya no estarían esos ojos rojos. Pero no fue así, todavía estaban. Después de dar un grito, rápidamente se volvió a meter dentro de las sábanas. Aunque, esta vez, no tardó en venir su padre, que encendió la luz.

– Pablo. ¿Qué te pasa? ¿Por qué has gritado?

-Papá. He visto unos ojos rojos que me miraban al lado del armario.

-Bueno, vamos a ver si hay algo por aquí. No hay nada, lo único que veo en la habitación es el dragón de juguete de Bea, que se lo ha dejado aquí-

-Pero papá, tengo mucho miedo, déjame dormir en tu habitación.

-No sabía que todavía tuvieras miedo. Está bien, te dejaré dormir, pero con una condición. Sólo por esta noche, mañana tendrás que dormir sólo.

-Vale.

Esa noche durmió entre su padre y su madre, y no tuvo miedo. Aunque sabía que no podía dormir siempre con sus padres. La noche siguiente pensó, no dejaría volar tanto su imaginación.

Al día siguiente volvió al colegio, y Tomás explicó una historia de dragones. Pablo no podía soportarlo más, le cogió tanto miedo, que esta vez hasta se mareó. ¡Vaya trompazo se dio Pablo!. Le tuvieron que poner una tirita en la cabeza.

Cuando llegó a casa, su madre le preguntó lo que había pasado, pero Pablo respondió con evasivas.

-Nada mamá, todo ha ido bien, pero me he caído jugando a fútbol. Tengo mucho mucho hambre, que hay de cenar?

-Tu comida favorita. Pizza cuatro quesos.

-Perfecto mamá. Te quiero.

Después de cenar estaba un poco nervioso, no paraba de pensar en los ojos rojos que vio y en lo terrible que pensaba que era el dragón.

Cuando apagó la luz, toda su mente imaginativa intentó no recordar los ojos rojos y terribles de lo que creía que era un dragón, pero le resultaba imposible controlar su mente y no pensar. Empezó a tener pánico por ir a dormir, pero no tenía opción, llegaba la hora de dormir. Sus padres, le dijeron que se fuese a la cama.

-Vale mamá, pero puedo tener la luz?

-No hijo, sabes que hay que dormir con la luz apagada, con la luz encendida no te duermes y mañana tienes que madrugar para ir al colegio.

-Vale mamá.

-Buenas noches Pablito.

Nada más apagarse la luz, Pablo, miró en dirección a la puerta donde ayer había visto los ojos rojos. Pero no vio nada. Que bien pensó, fue nada más que mi imaginación. Hoy podré dormir tranquilo, y bostezó 3 veces.

Pero la cuarta vez que bostezaba, de repente, vio una luz, no, dos luces. No se lo podía creer. De nuevo vio los dos ojos rojos de dragón. Se escondió de nuevo debajo de la sábana, esperando que milagrosamente se fueran esos ojos rojos. Así Pablo estuvo un buen rato, hasta que por fin decidió volver a mirar, pensando que se habrían ido.

Pero no fue así, al sacar su cabecita de las sábanas vio que los ojos seguían mirándole, y dijo:

-Vete de aquí que tengo miedo.

Pero entonces pasó algo increíble. Una voz le respondió:

-Yo también tengo miedo.

-Pero… Tú eres el que no me tienes miedo y yo soy el que te tiene miedo.

-No, es al revés.

-Bueno, entonces… ¿Vosotros los dragones sois… sois…?

-¿Malos?, no.

¿-Entonces… somos amigos?

-Vale.

Empezaron a hablar de cosas que les habían pasado, de las que habían visto, lo que creían que pasaría y lo que pasaba. Hasta que los dos no pudieron con su alma y se durmieron cansados cuando Pablo iba a decirle justo como decía su amigo Tomás que eran los dragones.

Al día siguiente Pablo miro hacia el lugar donde anoche estaba el dragón, no estaba.

En el colegio, a la hora del patio, Tomás se puso de nuevo a contar una de las historias de miedo de dragones:

-El dragón malvado se acercó a la princesa y…

-Los dragones no son malos, soltó Pablo.

¡-Claro que son malos!, dijo.

Y Pablo empezó a contar un cuento fabuloso de dragones, un cuento con el que captó la atención de todos los niños, el cuento más maravilloso de dragones jamás contado, incluso algunos profesores atónitos escucharon la magnífica fábula. No se dieron cuenta de que había pasado la hora del patio.
En ese cuento los dragones eran buenos, y tenía que ver con la leyenda de Sant Jordi.

A partir de aquel día, Pablo, supo que podía combatir cualquier miedo que tuviese en la vida enfrentándose, y se dio cuenta de que cuanto más te metes dentro de las sábanas más enorme e irreal se hará el miedo.

Este cuento lo ha realizado Adur Martínez de 9 años junto a su padre Jordi para ayudar a todos los niños y sus padres a superar un miedo. 23/04/2021.

Jordi Martínez psicólogo
Jordi Martínez, psicólogo.

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