Educar en el asombro o estimular con nuevas tecnologías

asonbro

Hace pocos días leí el libro de Catherine L’ecoyer “Educar en el asombro”, con el que me sentí totalmente identificado. El libro desarrolla la idea educativa de María Montessori o Emmi Pickler, entre otros autores, y tiene como buena noticia, que cada vez hay más voces que sostienen este modelo educativo, incluso no profesionales de la educación, que han llegado a las mismas conclusiones.

En el niño, cuando se presentan estímulos externos, se anula la sorpresa y la capacidad para automotivarse. Al final, el niño se relaja y no es capaz de ilusionarse ni motivarse por nada. Tiene el deseo bloqueado y su adicción por la sobre-estimulación le hace buscar cada vez sensaciones más fuertes que le hacen sentir siempre insatisfecho. El círculo de la insatisfacción constante, donde ningún estímulo es capaz de cambiarla.

Este deseo que mostramos los adultos por estimular al niño, hace precisamente que bloqueemos su capacidad de sorprenderse, busque estímulos y sensaciones más fuertes , y pueda convertirse en una persona insatisfecha o un adolescente hiper-estimulado.

Cómo se puede recuperar la capacidad de asombro?

  • Respetando su libertad interior, pero contando con el niño en el proceso educativo.

  • Respetar su ritmo y su libertad de movimientos

  • Fomentar el silencio y la sensibilidad

  • El juego libre

  • Respetar las etapas de la infancia

  • Rodearlo de belleza sin saturar los sentidos.

Dan Stiegel afirma: “No hay necesidad de bombardear bebés y niños pequeños con una estimulación sensorial excesiva con la esperanza de construir mejores cerebros. Sencillamente no es así. Los padres y los otros ciudadanos pueden relajarse y dejar de preocuparse por proporcionar una gran cantidad de bombardeo sensorial a sus hijos. La sobreproducción de conexiones sinápticas durante los primeros años de vida es suficiente en sí para que el cerebro pueda desarrollarse adecuadamente dentro de un entorno medio que propocione la cantidad mínima de estimulación sensorial (…)”.

Por lo tanto, parece claro que hoy en día contamos con numerosas herramientas para estimular, como son; juegos de fichas, pantallas, teléfonos móviles, programas de televisión, etc. De alguna manera, esa cantidad de estímulos van en contra de la estimulación natural, donde poco a poco, el niño iría dándose cuenta del mundo que le rodea, sorprendiéndose e interiorizando los conocimientos que adquiere de manera progresiva.

Las nuevas tecnologías sustituyen el asombro y sofocan la capacidad creativa y de motivación propia del niño. También satura los sentidos e impide que perciba estímulos menos ruidosos pero más necesarios.

Con ello, no quiero criticar ni mucho las nuevas tecnologías, sinó el sobreuso de las mismas, que no conduce a ningún objetivo.

El asombro es el motor para la adquisición de conocimientos. Todos recordaremos siempre a aquel profesor que era diferente de los demás, y que nos hacía asombrar con los conocimientos que planteaba. Todo ello se debía a que promocionaba el asombro y eso nos hacía aprender. El buen educador o profesor es la persona que asombra o permite el asombro. A ello se debío el éxito de “El club de los poetas muertos”, porque de alguna manera todos conectamos con el profesor que nos había hecho asombrarnos.

Con una infancia en la que hemos preparado el deseo de asombro, será más fácil que el adolescente tenga esta capacidad de aprender, de fijarse en lo bello, de tener en cuenta los pequeños detalles. En cambio, con una infancia en que hemos matado el asombro, crearemos adolescentes adictos a la sobre-estimulación, que pasan de largo por los pequeños detalles y contínuamente insatisfechos.

CONCLUSIÓN: Por todo ello, creemos que en el niño, hay que permitir que se asombre, no intentando darle más estímulos de los necesarios, y teniendo en cuenta que el mejor estímulo es el que encuentra por sí mismo en su entorno. Así, con una intervención más limitada, conseguimos educar en el asombro y fomentamos un crecimiento más sano, en el que el niño estará más satisfecho e ilusionado.

Jordi Martínez psicólogo
Jordi Martínez, psicólogo

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